Restaurando tu Condición Original

Desde que tus padres pensaron acerca de tu existencia, te empezaron a modelar. Tal vez desde que ellos eran pequeños y jugaban a la casita, comenzaron a forjar una serie de características sobre cómo serían sus hijos.

Estas características surgen a través de todos los estímulos del ambiente y los mensajes que van escuchando o percibiendo acerca de lo que es aceptable y lo que no. Por ejemplo: que tenga ojos azules porque la abuela los tiene así, que tenga piel tostada porque se ve muy bonita, que tenga el pelo rizo, que sea hombre, que sea mujer, que sea alegre, que no de lata, que este “rellenito”, que tenga buen apetito, etc., etc., etc.

Está imagen se va haciendo más fuerte con el tiempo y cuando en verdad sucede el embarazo, ya está lo suficientemente cristalizada para afectar todo tu ser. Aún antes de nacer.

Al llegar al mundo, ya traes una primera capa de “creencias” encima de ti. A partir de ahí te sigues llenando de capas y capas de “pintura” que vas tomando de todas las personas significativas para ti: Madre, Padre, abuelitos, hermanos, tíos, primos, maestros, sacerdotes, amigos, etc.

Estas capas cumplen dos objetivos muy importantes para tu desarrollo: protección y pertenencia. Protección de todo lo que pudiera dañar a tu estructura, originalmente muy sensible, y pertenencia al grupo que va a permitirte sobrevivir, teniendo a alguien que te alimenta y te cuida.

Aunque algunas de estas capas de pintura pueden percibirse como muy lindas y agradables, la mayoría de ellas son más bien una carga, una armadura muy pesada que no permite que tu verdadera naturaleza divina e ilimitada pueda surgir al mundo.

En el proceso de evolución de la humanidad todos estos pasos son necesarios para el enriquecimiento de tu alma. Así, llega un momento en la existencia, en que ya no eres capaz de soportar esa armadura y entras en “crisis”: no te sientes cómodo en ningún lado, lo que antes te gustaba ya no te gusta, lo que te hacía sentir bien ya no lo hace, tus aspiraciones ya perdieron sentido, tus prioridades ya no son las mismas.

Aunque este tipo de crisis solía presentarse entre los 40 y 50 años, hoy en día la sufren niños, adolescentes, adultos menores, medios y mayores por igual.

La pregunta entonces es ¿cómo poder encontrar una salida, un camino?, ¿cómo poder saber lo que en verdad quiero?, ¿por dónde empiezo?, ¿qué busco?

Ningún ser humano puede salir adelante por sí solo, esa es la razón de que vivamos en sociedad, porque compartimos caminos y juntos encontramos nuevas realidades.

Se hace necesaria entonces la intervención de alguien que te apoye y oriente en esta etapa de confusión y cambio. Alguien que te ayude a restaurar tu espíritu, mente y cuerpo.

Una persona que tome la maravillosa obra de arte de tu existencia, que se encuentra desgastada por el tiempo, el ambiente y los malos pintores, para regresarle todo tu esplendor original, su brillo, su esencia.

De esta manera tú, como una obra de arte espectacular, pintada y esculpida…¡nada menos que por Dios!, puedes regresar a ser lo que en verdad eres: Un ser espiritual teniendo tan sólo una experiencia material.

 

 

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